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¿Piensas que tu ciudad es sucia? Imagina Londres durante el siglo XIX

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Traducción del original: apartmenttherapy.com

Algunas personas aman Nueva York. Otras personas, como mi madre, disfrutaron visitarlo. Pero ella no pudo evitar preguntar, al pasear por el centro: ¿”esta ciudad siempre está sucia”?

Admito que las calles de Nueva York son a menudo el hogar de bolsas de basura, o la basura arrastrada por el viento ocasional, aunque casi he dejado de notarlo. Pero Nueva York no tiene nada que ver con Londres en el siglo XIX, que fue tal vez la ciudad más sucia de todos los tiempos.

Me encontré con una historia en NPR [National Public Radio], irónicamente del programa “Aire fresco”, que contó en el estudio con el autor británico Lee Jackson, autor del nuevo libro de Dirty Old. London: The Victorian Fight Against Filth, que discutía algunos de los aspectos más desagradables de la vida en Londres en el siglo XIX.

En un tiempo previo a los coches, Londres estaba lleno de caballos -300.000 de ellos, para ser exactos-. Los caballos son agradables, pero vienen con ciertos efectos secundarios que no son tan agradables. Según Jackson, la primera cosa que uno se da cuenta, si usted salía a la calle en el siglo XIX en Londres, es que todo estaba cubierto de ‘barro’. Sólo que, comprenderán, no era realmente lodo.Londres

Unas bolsas de basura no resultan tan malas ahora, ¿verdad?

Las autoridades municipales trataron de solucionar este problema mediante la contratación de jóvenes para esquivar el tráfico y recoger los desperdicios de los caballos humeantes tan pronto como éstos eran depositados, pero nunca funcionó bien. Era, dice Lee, “un inmenso e imposible desafío.”

Además del lodo, también estaba el hollín -suficiente para convertir la lana de las ovejas que todavía pastaban en el parque del regente en color negro, de tan blancas-. Los residentes de Londres se veían obligados a lavarse la cara y las manos varias veces al día con el fin de mantener una apariencia respetable.

Y si usted pensaba que era difícil ser un cazador de desperdicios de caballos, considere la situación de los llamados “hombres de suelo en la noche”.

A principios del siglo XIX, antes de que existiera el sistema de alcantarillado, cada casa de Londres tenía lo que se llamó un “pozo negro”, un pozo de unos cuatro metros de ancho, por dos de profundidad, una especie de fosa séptica.

Los residuos líquidos eran absorbidos en el fondo del pozo, pero los desechos sólidos tenían que ser removidos por la noche por un trabajador (la apertura de un pozo negro durante el día era ilegal, ya que el olor era considerado demasiado horrible).

El trabajador bajaba al pozo negro que palear la suciedad acumulada. (Para que uno no se sienta demasiado mal por estos hombres, Lee señala que muchos de ellos ganaban dinero extra además por llevar el estiércol fuera de la ciudad y que lo vendían a los agricultores como fertilizante.)

Por supuesto, la historia tiene un final feliz, cuando los victorianos finalmente decidieron que los residuos debían eliminarse con el trabajo municipal, y no con la iniciativa privada.

Construyeron un sistema de alcantarillado, que redujo de manera significativa las enfermedades transmitidas por el agua, como el cólera y la fiebre tifoidea y, presumiblemente, también redujeron significativamente los horribles olores. Y el caballo fue reemplazado eventualmente por el coche, que era mucho menos romántico y –aún entonces- menos contaminante.

 Traducción: CM

(Imagen: Morphart Creation/Shutterstock)


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